El Rosario, caminar hacia Cristo tomado de la mano de María

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Rezar el Rosario es acoger el amor materno y renovador de María, que nos regala el don de la paz mientras nos repite: “Hagan todo lo que él les diga” (Jn 2, 5).

El amor de una madre hace milagros: con sencillez y a la vez con intuición, anticipa lo que sucede en el corazón de sus hijos; descubre sus temores y les infunde valor; los toma en brazos, pero también les enseña a caminar por sí solos. Es refugio y a la vez renovación de fuerzas, palabra de consuelo y también palabra de ánimo.

La experiencia nos enseña que ese auxilio no durará para siempre… pero, ¿y si fuera posible? Pues bien, eso es el Rosario: el privilegio de tomar la mano de la mejor de las madres, María. Rezándolo somos consolados y recibimos fuerzas para imitar a Jesús, porque la única intención de la Virgen de Nazaret es repetirnos las mismas palabras que dijo a los servidores en Caná de Galilea: Hagan todo lo que mi Hijo les diga.

El fervor con el que los cristianos rezan el rosario es un signo de su deseo de decir “sí” a Dios, siguiendo los pasos de la Virgen María. Es importante recordar que el rosario no es la oración de personas “limitadas” sino, al contrario, es la oración de la gente sencilla y humilde. La sencillez y la humildad son tesoros para nuestra humanidad. No somos espectadores de las maravillas de Dios; somos protagonistas de sus planes. Dios quiere pasar por cada uno de nosotros para encarnarse en el mundo.

El mes del rosario es una oportunidad para recordar lo que tenía que decir sobre esta oración el escritor y poeta francés Charles Péguy, un fogoso converso desde el ateísmo. Escribió: “Recitad vuestro rosario, dice Dios, y no os preocupéis por lo que diga algún atolondrado: que es una vieja devoción que vamos a abandonar. Esta oración, te lo digo yo, es un rayo del Evangelio: eso no me lo puede cambiar nadie. Lo que amo del rosario –dice Dios– es que es sencillo y humilde, como lo fueron mi Hijo y su Madre. Recita tu rosario: encontrarás a tu lado a toda la compañía reunida en el Evangelio: la pobre viuda que no fue a la escuela y el publicano arrepentido que ya no sabe el catecismo, el pecador asustado al que querrían condenar, y todos los lisiados a los que su fe ha salvado, y los pastores buenos y viejos como los de Belén, que descubren a mi Hijo y a su Madre… Recita tu rosario, dice Dios, tu oración debe girar y girar y girar, como lo hacen las cuentas del rosario entre tus dedos. Entonces, cuando yo quiera, te aseguro, recibirás el buen alimento que fortalece el corazón y tranquiliza el alma. Vamos, dice Dios, recita tu rosario y mantén tu mente en paz”. 

El rosario es una hermosa oración colectiva. Si queremos que reine la paz en nuestras familias y en nuestros países, debemos aprender a rezarlo. Como ha dicho el papa Francisco, “con el Rosario, la Virgen María nos acompaña para que Cristo obre en nuestra vida, nos consuela en el dolor, nos hace experimentar la cercanía de Dios también en las familias. El Rosario acompaña siempre mi vida… es la oración de mi corazón”.

Fuente: La Croix