La aparición en que Nuestra Señora de la Misericordia expulsa al demonio es aprobada por la Iglesia
Se trata de una aparición inusual: su escenario fue el lecho de una enferma, dio lugar a un enfrentamiento entre María y el demonio, produjo un milagro y se convirtió en lugar de peregrinación. Ahora, Roma le ha otorgado respaldo público y oficial.
La Santa Sede ha dado a conocer la carta dirigida al arzobispo de Bourges (Francia), firmada por el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, fechada el 22 de agosto de 2024, en la que se validan las apariciones de Nuestra Señora de la Misericordia en Pellevoisin.
“Una acción del Espíritu Santo”
En dicho lugar, en la noche del 18 al 19 de febrero de 1876, Estelle Faguette (1843-1929) vio por primera vez a la Virgen María (lo haría hasta en quince ocasiones) y obtuvo posteriormente el milagro que había pedido para poder atender a sus padres: su propia curación de un tumor, una grave tuberculosis y la parálisis de un brazo. Los médicos que estudiaron el caso consideraron la curación “repentina, total, duradera y sin explicación médica”, y así la certificó en 1893 el obispo local, con respaldo del Santo Oficio.
Durante cuatro de esas quince apariciones tuvo lugar algo que, según el padre Livio Fanzaga, director de Radio María en Italia (citado por Andrea Tornielli y Saverio Gaeta para su libro “A.D. 2012”), “es un suceso único en la historia de las apariciones y que se repitió de manera casi idéntica”. El demonio se situaba a los pies de la cama de Estelle Faguette, y acto seguido aparecía la Santísima Virgen para echarle y consolarla.
El espíritu del mal arremetía de manera amenazante. Estelle, todavía postrada la noche del 14 al 15 de febrero de 1876, notó una forma humana horrible que se abalanzó contra su cama y la sacudió violentamente, mientras rugía y ella era presa del pánico. Fue el momento justo en que María apareció, toda de blanco, dirigiendo una mirada de inefable bondad a la enferma, para luego dirigirse al demonio: “¿Qué haces ahí, no ves que lleva mi librea y la de mi Hijo?”. Se refería a la medalla de las Hijas de María. El demonio no soportó la presencia de la Virgen y desapareció.
“Las expresiones que Estelle ha presentado como provenientes de la Virgen María poseen un valor particular que deja entrever una acción del Espíritu Santo en medio del conjunto de esta experiencia espiritual”, declara ahora la Santa Sede, por lo cual se autoriza al arzobispo Jérôme Daniel Beau a dictar el decreto de Nihil obstat que el propio obispo había propuesto: “Será ciertamente un bien para toda la Iglesia”, ratifica el prefecto de Doctrina de la Fe.
El Dicasterio aclara además que “no hay objeciones doctrinales, morales u otros aspectos críticos con respecto a este acontecimiento espiritual”, sino que “es especialmente recomendable para quienes libremente quieran adherir a ella”, en la cual encontrarán “un camino de sencillez espiritual, de confianza, de amor, que probablemente les hará mucho bien”.
Aparición “fuertemente cristológica”
La vidente, Estelle, nació el 12 de septiembre de 1843 en el seno de una familia muy pobre. Para mantenerse a sí misma y a sus padres, trabajó primero como lavandera y luego como empleada doméstica, hasta que enfermó gravemente, poniendo en peligro su vida e impidiéndole el cuidado de sus padres. Los relatos que ella hace de su vida “impresionan por su sencillez, claridad y humildad”, dice la carta de Mons. Fernández: “Antes de la primera aparición, ella narra el sufrimiento que le causaba su enfermedad. No hace alardes de espíritu cristiano de resignación. Al contrario, explica su resistencia interior ante una enfermedad que trastornaba su proyecto de vida”, aunque al final siempre confía en la voluntad de Dios.
El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha valorado que “la experiencia de Pellevoisin es mariana, pero al mismo tiempo es fuertemente cristológica. En realidad, el gran pedido que la Virgen hace a Estelle es que difunda el escapulario con la imagen del Corazón de Cristo, y el gran mensaje de María es la invitación a volverse a ese Corazón amante del Señor”.
Además, “en esta experiencia espiritual no encontramos, como en otras, frecuentes reproches a los obispos y quejas sobre la Iglesia. Sin embargo, hay un lamento de María que se refiere a la falta de amor a Cristo que se refleja en quienes reciben la Eucaristía con frialdad o distracción”.
“En estos mensajes todo se atribuye a Cristo”, insiste Monseñor Fernández: “aun la curación de Estelle no se atribuye directamente a María, sino a Cristo que escuchó la intercesión de su madre… De especial importancia es una preciosa escena donde María evita que se entienda que las gracias derramadas son suyas. Cuenta Estelle que «la Santísima Virgen extendió sus manos; cayó una lluvia abundante, y en cada una de esas gotas me pareció ver escritas gracias como: piedad, salvación, confianza, conversión y salud». Pero la Virgen agregó: «Estas gracias provienen de mi Hijo»”.
Una mirada de amor silenciosa
Frecuentemente, dice el cardenal prefecto, “más que las pocas palabras de María, lo que impresiona es su presencia silenciosa, esos largos silencios en los que la mirada de la Madre cura el alma”. Y recuerda lo que Estelle escribía: “¡Dios mío, qué hermosa era! … No me dijo nada. Luego me miró con una mirada muy amable y se fue … ¡Qué bondad en su mirada y qué misericordia!”.
“A lo largo de todos estos años”, sintetiza el cardenal, “han florecido muchos y hermosos frutos de fe y caridad” en quienes han vivido esta devoción, lo que ha llevado a este visto bueno a la aprobación diocesana.
Fuente: Cari Filii