El amor que Papa Francisco no puede disimular…
Se dice que un buen hijo jamás olvida a su madre… Papa Francisco ha dado continuas muestras del significado de esta frase en su corazón.
Desde el mismo instante en que el mundo recibió la buena nueva “Habemus Papam” desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, la misericordia de Dios comenzó a ser manifiesta para todos a través del Pontificado del Vicario de Cristo, Papa Francisco. Y como un rasgo de su intimidad espiritual, el primer signo de humildad y fe que nos ofreció fue honrar a Dios saludando a su Madre con un Ave María.
En efecto, de todo lo escrito sobre el Papa Francisco desde entonces, un detalle se ha hecho recurrente: su devoción mariana. Incluso esto es evidente para el mundo secular, pues la revista Time llegó a publicar un artículo titulado “Por qué el Papa Francisco está obsesionado con María”… y una de las razones del medio estadounidense para justificar su agresivo calificativo de ‘obsesionado’, es que el Papa “reza el Rosario tres veces al día” (confidencia del Santo Padre en entrevista a la extinta revista “30 Giorni” en 2005).
Lejos de ser una obsesión, la práctica espiritual que el Vicario de Cristo nos testimonia es la de un profundo amor de hijo a la Madre de Dios; que también lo manifiesta invocándola al cierre de todas sus alocuciones, celebrando sus festividades, saludándola siempre en el Ángelus o profundizando sobre su testimonio y misión mediadora en diversos documentos pontificios.
El vínculo con la Salus Populi Romani
Doce horas después de su elección como sucesor número 266 de San Pedro, el Papa Francisco fue a la Basílica de Santa María la Mayor para venerar a la Virgen, representada en el famoso icono de la Salus Populi Romani, ante el cual colocó un pequeño ramo de flores y cantó la Salve Regina.
Desde entonces, como es conocido, el Papa Francisco acude frente a este icono para orar a Dios, confiado a la protección mediadora de María, antes y después de sus viajes internacionales.
El testimonio de San Juan Pablo II que marcó al futuro Papa Francisco
Cuenta Papa Francisco que en una de las dos visitas (1982 y 1987) de San Juan Pablo II a la Argentina –siendo él un sacerdote de la Arquidiócesis de Buenos Aires–, tuvo la oportunidad de rezar el Rosario junto al Pontífice y fue un momento que marcó su alma, como él mismo relataría tiempo después cuando ya era Cardenal:
“Una tarde fui a rezar el Santo Rosario que estaba siendo dirigido por el Santo Padre. Estaba delante de todos, de rodillas. El grupo era numeroso. Vi al Santo Padre de espaldas y, poco a poco, me perdí en la oración. No estaba solo: estaba orando en medio del Pueblo de Dios al que pertenecía yo y todos los que estaban allí, encabezados por nuestro pastor. En medio de la oración, me distraje mirando la figura del Papa: su piedad, su devoción eran un testimonio. Y el tiempo pasó, y comencé a imaginarme al joven sacerdote, al seminarista, al poeta, al obrero, al niño de Wadowice… en la misma posición en que estaba arrodillado en ese momento, recitando Ave María tras Ave María. Su testimonio me impactó (…) Ahí me di cuenta de la densidad de las palabras de la Madre de Guadalupe a San Juan Diego: ‘No tengas miedo; ¿No soy tu madre?’. Comprendí la presencia de María en la vida del Papa. Ese testimonio no se me olvidó. A partir de entonces, rezo todos los días los 15 misterios del Rosario” (cf. “30Giorni”, 2005).
El encuentro con la Virgen Desatanudos
En 1986, el Padre Jorge viajó a Alemania para estudiar Teología. Ahí visitó la iglesia de San Pedro en Perlach, en Augsburgo, región de Baviera, donde vio la pintura del siglo XVII que representa una poco conocida devoción: la “Virgen Desatanudos”.
Lo que ante la imagen vivió el Papa lo guarda en su corazón, pero la experiencia generó en él una profunda devoción y certeza…. María es la que puede desatar todos los nudos que nos impiden ir a su Hijo, Jesús.
Por ello, el entonces padre Jorge Mario Bergoglio comenzó a difundir esta advocación mariana; y luego –cuando asumió como arzobispo de Buenos Aires– tenía la costumbre de adjuntar a sus cartas una estampita de la Virgen Desatanudos.
En octubre de 2013, ya siendo Pontífice, afirmó –como cita vatican.va– que “la fe de María desata el nudo del pecado”, animando al pueblo católico a identificar “el ‘nudo’ de la desobediencia, el ‘nudo’ de la incredulidad” en nuestra propia vida, con la ayuda de María “que con su «sí» ha abierto la puerta a Dios para deshacer el nudo de la antigua desobediencia, es la madre que con paciencia y ternura nos lleva a Dios, para que él desate los nudos de nuestra alma con su misericordia de Padre. Todos nosotros tenemos alguno, y podemos preguntarnos en nuestro corazón: ¿Cuáles son los nudos que hay en mi vida? «Padre, los míos no se pueden desatar». Pero eso es un error. Todos los nudos del corazón, todos los nudos de la conciencia se pueden deshacer. ¿Pido a María que me ayude a tener confianza en la misericordia de Dios para deshacerlos, para cambiar? Ella, mujer de fe, sin duda nos dirá: «Vete adelante, ve donde el Señor: Él comprende». Y ella nos lleva de la mano, Madre, Madre, hacia el abrazo del Padre, del Padre de la misericordia”, alienta el Pontífice.