Experiencia extraordinaria al borde de la muerte da un vuelco a la vida y el arte de compositor mexicano
El polifacético artista mexicano Juan Luis de Pablo Enríquez Rohen cree que la Divina Providencia y la Virgen María lo han cuidado desde que nació, en 1971. Pero esta convicción ha pasado por grandes pruebas, incluyendo su propio rechazo a la fe.
Graduado con dos licenciaturas en la Trinity University (Texas, EE.UU.) y con un máster en composición musical de la Universidad de Houston, Juan Luis ha creado más de seiscientas obras, entre musicales y literarias, incluyendo una ambiciosa teoría, la JLPER, en la cual combina astronomía, arqueología, música y matemáticas para mostrar que el universo, lejos de ser producto del azar, encuentra su origen “en los números, la música y el logos de Dios”.
Juan Luis define su vida como un continuo milagro. Nació pesando menos de medio kilo y no era más grande que una lata de bebida…
“El golpe más fuerte”
El hermano gemelo de Juan Luis no sobrevivió al parto. Su familia entonces –dice– salió adelante gracias a la oración y la fe, pese al dolor. Luego, cuando Juan Luis tenía 19 años ocurrió otra desgracia: su hermana Marta Angélica falleció en pocos días debido a una fulminante intoxicación alimentaria. “Ella lo era todo para mí. Fue el golpe más fuerte que he recibido en mi vida. Al perderla, mis padres tuvieron una reacción brutal contra Dios, decidieron renegar, papá entró a la masonería y mi madre se declaró agnóstica”, relata.
Juan Luis cuenta que él se refugió volcándose en sus estudios de música y teatro en la UNAM de México. Allí no solo fue siendo consciente de su profunda vocación artística, sino que además sufrió los estragos de un entorno laicista y plagado de “extrañas prácticas”, señala.
A partir de entonces, oscilaba entre las dudas y el rechazo a la Iglesia, aunque al mismo tiempo daba conciertos en catedrales.
Quería rebatir el Catecismo, pero…
Tenía 43 años, cuando conoció al amor de su vida, Ana, con quien decidió casarse. Pero ella deseaba recibir el sacramento de la Iglesia y Juan Luis se vio forzado a ceder.
Fue así como comenzó a recibir la catequesis para su futura Confirmación en el convento de las Carmelitas en Yucatán. Aunque al principio solo quería “rebatir todas las afirmaciones” que realizase su catequista, la Hermana Rosa, comenta que el rebelde Juan Luis pronto se vio aplacado por una poderosa paz irradiada por las religiosas. “Iba tenso, molesto, con la idea de que todo lo que me dijese no me iba a interesar. Pero cuando me empieza a hablar quedé estupefacto, no pude pronunciar palabra. Me enamoré de la religión, como de lo más maravilloso”, relata el converso Juan Luis.
En un principio, Juan Luis había aceptado esta catequesis solo para poder casarse, pero pronto en su alma revivieron las raíces religiosas de la infancia, las oraciones de su abuela o las que él mismo recitaba junto a su madre. Y el mensaje de la Hermana Rosa continuaba fluyendo, sin pausa, haciéndole imposible no abrazar “toda la verdad” de Cristo.
“Me desarmó y enamoró completamente y pasé a prepararme cada noche y leer el catecismo. Así descubrí que no hay persona más maravillosa en el mundo que Cristo. Darme cuenta de eso fue la revelación más magnífica”, recuerda.
Juan Luis evoca un sinfín de detalles por los que se fue acercando de nuevo a la fe incluso sin pretenderlo. Como cuando dejó de quitar las imágenes religiosas de la habitación de su mujer, y pasó él a comprarle algunas figuras devocionales. Pero en especial siendo consciente de que “un matrimonio no es de dos, sino que en medio está Cristo”, destaca.
Al borde de la muerte la Virgen, el rosario y la Gracia
El catecismo descubierto y los sacramentos recibidos dieron paso a su amor por la Eucaristía y así acudir a recibirla se fue convirtiendo en costumbre frecuente.
Pero sin duda, lo que fortaleció su vínculo con Dios fue cuando miró a la muerte cara a cara, tras contraer el Covid19. “En esa experiencia brutal al borde de la muerte” supo que “Dios no abandona” y que “todo, incluso lo que no gusta, es gracia”.
Aún recuerda como, a los pocos minutos de ser hospitalizado y despedirse de su esposa, a pesar de sus complicaciones respiratorias causadas por el Covid19, percibió –afirma– un profundo olor a rosas en la habitación; lo que interpretó –dice– como una señal cercana a su muerte. “Tomé el rosario y empecé a rezar por salvarme”, confidencia.
Juan Luis relata quedías después, tras algunas horas en las que había estado orando tuvo “una visión de Jesús”, bendiciéndole con la palma de la mano. Horas después, meditando aún en lo que había visto, “una belleza impresionante” le sorprendía de nuevo. “Vi a la Virgen junto a mí. No he conocido un ser más hermoso en mi vida ni existe comparación a lo que es ella”, asegura el compositor, que más tarde relacionaría la figura con la Virgen de Medjugorje.
Juan Luis de Pablo Enríquez asegura que ambos encuentros cambiaron hasta su concepción de la música y por ello todas sus composiciones se volvieron marcadamente litúrgicas. Fueron ocho días –comenta– en los cuales pudo palpar como “todo lo que pasa viene de la gracia. Vamos por la vida queriendo que las cosas sean como nosotros decimos, pero al borde de la muerte me di cuenta de que uno debe saber cuál es el mensaje que Dios quiere dar en cada circunstancia”.
La batalla del rosario
Hoy, tras cerca de 40 años componiendo, vive la música como un puente para “encontrar a Dios”; y esta certeza proviene de un proceso que define como “conversión litúrgica” surgida en aquellos días de oración, visiones y certezas del amor de Dios mientras batallaba con el Covid19.
De hecho, confidencia que estando aún en el hospital, comenzó a componer la pieza musical Mansión celestial, a la que seguirían otras marcadamente religiosas como Amado San José, Suite a la Santísima Trinidad o Fantasía Teórica Teológica. Esta última dividida en tres partes refiere –señala Juan Luis– a la rebelión de algunos ángeles al ver que Dios ha creado al ser humano y que, además, para salvar al hombre se encarnará el Verbo en las entrañas de María, Virgen e Inmaculada. En referencia a esa batalla, el compositor reconoce en el rosario una de las “mejores armas contra el maligno” de las que hoy dispone “el ejército de Dios”.
Fuentes: CariFilii / Camino Católico