Obispo brasileño: el rosario, una oración bíblica que se dirige a María como guerrera

Monseñor Falcao

Monseñor José Falcão, ordinario auxiliar militar de Brasil, defiende el uso del rosario frente a las críticas de los evangélicos. Se trata de una plegaria plenamente cristiana.

El 7 de octubre pasado, festividad litúrgica de la Virgen del Rosario, y en el marco de un gran retiro de sanación y liberación organizado por la comunidad carismática Canção Nova en Cachoeira Paulista (estado de São Paulo), presidió la eucaristía ante miles de asistentes el obispo auxiliar del Ordinariato Militar de Brasil, monseñor José Francisco Falcão de Barros.

Las primeras palabras de su homilía aludieron al hecho histórico que está en el origen de la celebración: la batalla de Lepanto, sucedida en 1571. La victoria del ejército cristiano que fuera atribuida por el papa San Pío V a la intercesión de la Madre de Dios, ya que había convocado al pueblo al rezo del rosario, “una antiquísima y piadosa tradición que considera que cada avemaría es como si la Iglesia colocase un pétalo de rosa a los pies de la bienaventurada Virgen María”, señaló el obispo brasileño.

El valor de la repetición
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El obispo José Falcão durante su homilía en el encuentro 2023 Canção Nova

Monseñor Falcão recordó que la recitación del rosario tiene más de un milenio de historia y surgió en un entorno monástico, pero cabe preguntarse “cuál es su fundamentación bíblica”. Para ello, se refirió a una objeción que suele hacerse al rosario –sobre todo por parte de los cristianos no católicos–, a partir del pasaje evangélico de Mt 6, 7, en el que Cristo exhorta: “cuando recéis, no multipliquéis las palabras como hacen los paganos…”. Profundizando en el texto, el obispo subrayó que “multiplicación es muy diferente de repetición”. No sólo eso: el mismo Jesús “rezaba repitiendo”, y por eso todo cristiano honesto debe mirarlo a él e imitarlo, ya que dijo “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).

Para demostrarlo, el prelado brasileño se refirió a la conocida escena de la oración de Cristo en el huerto de los olivos poco antes de su detención (Mt 26, 39-44). “Jesús repite tres veces las mismas palabras”, de forma que “está respondida la gran objeción: ‘Vosotros, católicos, repetís, y Jesús prohíbe…’. ¡Mentiroso! Nosotros repetimos, pero Jesús no lo prohibió. Jesús prohibió la multiplicación, que es diferente de la repetición. Él rezaba repitiendo, pero no multiplicaba palabras… No hace falta tener fe para saber la diferencia entre repetición y multiplicación”.

La repetición, parte del amor
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Además, monseñor Falcão afirmó, de forma muy directa: “quien ama sólo puede repetir; quien no ama, no sabe lo que es repetir. Ésa es precisamente la causa de la ruptura de tantas relaciones: porque no se repite de manera debida la rutina de la vida y del amor”. Y puso los ejemplos de la mirada, la sonrisa… entre dos esposos enamorados. Una repetición “que sustenta, que motiva, que no debilita, que no lleva a la crisis, que no vuelve la relación algo aburrido”. Incluso el obispo aludió a la historia del hijo pródigo, que “ya no soportaba la repetición por parte del padre”. Sin embargo, en el amor no sucede eso: “pregunta a una madre cuyo hijo aún no sabe hablar y sólo sabe decir esto: ‘mamá, te amo’, si se cansa de oír esa voz…”.

Porque “el amor lleva a la persona a ver en las cosas repetidas más simples la belleza de la reciprocidad, el encanto, la fascinación de quien mira a la persona con la que convive y que comparte con ella dolores, alegrías, tristezas… es siempre una renovación, siempre una novedad”, prosiguió el obispo. En el caso de la Virgen María -dijo Monseñor Falcão-, esa novedad aparece en Jn 19, 27, cuando el mismo Jesús le dice al discípulo amado que allí tiene a su Madre, y él la acoge en su casa. En el caso de los matrimonios, el secreto para su perduración es “mirar al otro como un regalo de Dios, un regalo que va a formar parte de la repetición que en realidad es la aventura del amor. El matrimonio es una repetición, la amistad es una repetición… ¡todo en nuestra vida es una repetición! La diferencia está en que en ella Dios va revelando siempre algo nuevo para mí”, afirmó el prelado brasileño.

La dinámica de elogiar y pedir
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Por eso –destaca Falcão– el amor es la clave en la repetición que constituye el rezo del rosario. En realidad, se trata de “una repetición que fortalece tu fe por dos motivos: primero, porque forma parte de la psicología elogiar; segundo, porque forma parte de nuestra indigencia pedir”, señala. Como nuestra vida está marcada por las relaciones, y no se puede estar siempre pidiendo, “la sabiduría de la Iglesia coloca primero el elogio: ‘Ave María, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre’. Para quien ama, repetir eso no es cansino ni pesado. Quien ama, quiere elogiar a la persona amada antes de pedirle nada”.

“Observad la psicología de la Iglesia, que busca en las palabras del arcángel Gabriel y de Santa Isabel lo que más agrada a la Madre”, señaló el obispo auxiliar castrense, reiterando que “esa repetición es bíblica, porque Jesús rezaba repitiendo”, y destacó que “lo que los católicos rezan es bíblico y evangélico”. De hecho, la primera mitad de cada avemaría está tomada del saludo del ángel y de las palabras de Isabel, en Lc 1, 28 y Lc 1, 48 respectivamente. En cuanto a las primeras palabras –destacó– “no simplemente ‘agraciada’, sino ‘llena de gracia’”.

¿Un himno de guerra?
mons falcão

En este momento de su homilía, monseñor Falcão se detuvo en la frase “bendita tú eres entre todas las mujeres”, y la denominó “un himno de guerra”. “No os asustéis”, dijo a los asistentes a la Misa, antes de explicar que “hay dos mujeres a las que esta frase fue dirigida en el Antiguo Testamento. Santa Isabel conocía bien la Biblia y no dijo una novedad. Es decir, no pronunció esas palabras para Nuestra Señora inventándolas, ya que habían sido pronunciadas sobre dos mujeres en el Antiguo Testamento”.

La primera de ellas es Yael, cuya historia aparece relatada en Jue 4-5. En plena guerra contra los israelitas, el general cananeo Sísara entró en casa de una hebrea llamada Yael. “Ella, sabiendo que él era enemigo de Israel, lo invitó a entrar en su casa diciéndole: ‘Acércate, mi señor, acércate a mí, no temas’”. Así, le ofreció cobijo y comida. Pero en cuanto él se durmió, ella tomó una estaca y un martillo y se la clavó en la cabeza. “Ella fue llevada delante del ejército y un sacerdote, tomando la palabra, le dijo: ‘Bendita tú eres entre todas las mujeres de la tierra’”.

La segunda mujer a la que aludió el obispo brasileño es Judit, que consiguió seducir al general asirio Holofernes, que dirigía el asedio del pueblo de Betulia, en el que ella habitaba. Cuando él quedó vencido por el sueño y la embriaguez, ella le cortó la cabeza y salió de la tienda del general mostrándola ante los judíos, que exclamaron: “Bendita seas en todas las tiendas de Judá y en todas las naciones” (Jdt 14, 7).

Nosotros, cuando recitamos ‘Bendita tú eres entre todas las mujeres’ estamos llamando guerrera a Nuestra Señora, la estamos llamando victoriosa, la estamos llamando triunfante. ¿Quién es esa que avanza como aurora temible, como un ejército en orden de batalla? Y más: Yael usó una estaca, Judit usó una espada, ambas benditas entre todas las mujeres. Pero Nuestra Señora no necesita las manos”, explicó José Falçao, recordando las palabras dichas por Dios a la serpiente tras el pecado original (Gn 3,15): “ella te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el calcañar”.

De forma que “Nuestra Señora derrota a Satanás de forma más humillante. Por eso, cuando recitamos ‘Bendita tú eres entre todas las mujeres’ acordémonos de que se trata de un grito de batalla. Es un acto de consagración, un pedido de ayuda: ven, general de mi vida, a aplastar la cabeza de la serpiente con tu calcañar; yo te llamo, mi verdadera Yael; yo te llamo, Judit de la Iglesia; yo te llamo, guerrera colocada en el frente de batalla por mi Señor y Salvador, que es el Rey de reyes y Señor de señores”.

María y Jesús

A continuación, el obispo explicó también que “lo que dice Santa Isabel más adelante no lo oyeron Yael ni Judit: ‘Bendito es el fruto de tu vientre’. Porque Jesús vino después y Nuestra Señora vino primero en el orden del tiempo, no en el orden de la gracia. María Santísima vino primero porque el Verbo, para encarnarse, necesitó su consentimiento”. Por eso, tras el elogio inicial del Avemaría, vienen las bendiciones como guerrera y como Madre de Dios.

“La frase no puede ser entendida en el orden de precedencia de Nuestra Señora por delante de Jesús. Ella es una criatura. Pero María pasa al frente en las palabras de Santa Isabel… porque ella comprendió que Jesús sólo se encarnó por el ‘sí’ de ella”. Monseñor Falçao recordó que en otra ocasión Cristo mandó a sus discípulos ir delante de Él, por lo que una afirmación así –la de poner a María por delante de Jesús, como hace Isabel– no supone desmerecer en nada al Señor ni quitarle su importancia y su unicidad.

Para finalizar su homilía, el prelado brasileño volvió a referirse al hecho histórico de la batalla de Lepanto y al rezo del rosario, subrayando que los católicos “cuando clamamos, cuando gritamos ‘Bendita tú eres entre todas las mujeres’, estamos pidiendo en la lucha de la vida que tu intercesión sea nuestro refugio, que tus súplicas sean nuestro consuelo y que tus oraciones junto a Jesús como en las bodas de Caná sean nuestra mayor alegría y nuestra mayor felicidad. ¿Por qué? Porque no estamos desasistidos. No tenemos solamente la protección de San Miguel Arcángel, sino que tenemos a aquella que es la Reina de los ángeles”.

Fuente: Portaluz.org