Coach de la selección de rugby de Croacia rezó por un año las 15 oraciones de santa Brígida y el Rosario. Hoy es sacerdote

Al padre Antony Sumich le tomó muchos años y muchos kilómetros el regreso a casa, pero ahora está de vuelta en su país natal, Nueva Zelanda.

Antony Sumich nació y creció en Nueva Zelanda, sin saber ni una palabra de croata —de donde proviene su familia— hasta los 20 años. Su apellido croata, dice, “proviene de mi abuelo, que se trasladó aquí, junto con muchos otros europeos del Este, a finales del siglo XIX y principios del XX. Yo soy de Auckland, situada en la mitad superior del Norte de la isla”.

La carrera deportiva de Antony fue intensa. Incluyó el esquí (como instructor en los Alpes austríacos), el cricket (como jugador de la selección croata) y el rugby (como jugador de club en Nueva Zelanda y entrenador de la selección croata). La mayor parte de esta acción tuvo lugar a lo largo de la década de 1990, una época no sólo de grandes aventuras, sino también en la que acumuló sabiduría.

Por años vivió tan cautivado por el rugby y otros deportes que los antepuso a la fe recibida desde su primera infancia. “Iba a las escuelas católicas y a misa, pero no sabía realmente lo que hacía”, reconoce. Sabía mucho más sobre cómo hacer deporte que sobre teología moral o los sacramentos o las formas de rezar.

Estudió Ingeniería Civil y con 22 años inició el primero de muchos viajes al extranjero con sus compañeros del rugby y luego en solitario.  Visitar varias docenas de países, comprometerse, pero no casarse, soportar una guerra y un accidente de coche casi mortal contribuyeron a la transformación de Antony.

Su periplo deportivo por diferentes países le permitió ser contratado en Croacia como el coach de la selección nacional de rugby. La fe seguía siendo algo secundario en su vida, pero tenía una vida serena y esto le parecía suficiente. Todo cambió con la guerra a comienzos de los años 90. “Fue una experiencia muy dura. Los disparos y los aviones militares que sobrevolaban el país se convirtieron en la norma. Incluso una vez me apuntaron directamente con un arma y me acorralaron con un montón de otros civiles. Luego, en 1994, tuve un aparatoso accidente de coche. El coche que conducía quedó casi totalmente aplastado. Yo también debería haber sido aplastado, pero salí literalmente ileso. Supe, de pie junto a los restos, que se parecían a mi alma”, confidencia.

En los años siguientes algunos hechos inesperados pusieron a Dios delante de sus narices. Primero un amigo le invitó a misa, tiempos después su madre que le regalaba el Catecismo de la Iglesia y luego el mismo amigo de la misa le obsequió el libro Cranmer’s Godly Order, que remeció los cimientos de sus certezas interiores.

“Además de leer esos libros —también las Confesiones de San Agustín—, rezaba un Rosario diario y las 15 Oraciones de santa Brígida de Suecia. Se decía que Cristo fue golpeado 5.480 veces en su pasión, así que si esas oraciones se rezaban cada día durante un año, precedidos de un Padre Nuestro y un Ave María, sumarían 5.480, proporcionando así a Cristo un desagravio espiritual por lo que soportó y, al mismo tiempo, mucha gracia para mi propia alma”.

Y después de pasarse un año orando el rosario con las 15 oraciones de santa Brígida tuvo la certeza de que Dios lo quería sacerdote.

Antony Sumich ingresó en el Seminario de Nuestra Señora de Guadalupe en Denton, Nebraska, en 2002 y seis años después fue ordenado sacerdote, miembro de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro en Auckland, Nueva Zelanda. Tras ejercer su ministerio en Nigeria, Estados Unidos y Canadá, el padre Antony regresó de nuevo a Nueva Zelanda en 2016. Este sacerdote de 57 años es actualmente el párroco de la capilla de Santa Ana en Auckland.


Fuente: Portaluz.org