Reparación por los pecados del mundo: el urgente motivo por que la Virgen de Fátima pidió rezar el rosario
“Quienes durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas.”
“¿Crees que existe el infierno? ¿Anhelas recibir misericordia divina para poder ir al cielo? Pues bien, durante lo que te quede de vida ‘repara’. No es sugerencia, es un deber. Dios ha sido explícito al demandar reparación y de qué forma hacerlo”.
El párrafo anterior introduce una valiosa crónica recién publicada por la iniciativa “Misión Fátima Chile” y que reproducimos a continuación:
El Papa Francisco —señala Misión Fátima Chile—, desde el inicio de su Pontificado ha venido advirtiendo a los jóvenes contra el relajo de quienes licúan la fe. Y es que, por una diversidad de argumentos, algunos líderes de la Iglesia privilegian en sus prédicas las enseñanzas de Jesús que no incomodan; incluso se tergiversa o silencia lo que Dios ha comunicado —para salvación de la humanidad—, en los Evangelios o a través de la Santísima Virgen María en sus diversas apariciones oficialmente reconocidas, como la de Fátima.
Una de estas enseñanzas —ignorada por la mayoría de los católicos, aunque Dios exhorta a que se viva—, es la práctica cotidiana de la “reparación”. Demasiados cristianos ignoran de qué se trata la “reparación” y su radical importancia.
Infidelidad, arrepentimiento, perdón y reparación
En todas las culturas, desde los albores de la humanidad y hasta nuestros días, la ofensa a una madre enciende la inmediata reacción de los hijos; y suele no bastar la simple disculpa del ofensor ni el perdón de la ofendida, para que sea olvidado el impacto del hecho. Se necesitarán signos, a lo largo de un período de tiempo, que permitan sanar la honra agredida, para restituir la confianza.
De la misma forma, cuando ha ocurrido una infidelidad —en cualquier vínculo entre dos o más personas—, aunque luego exista arrepentimiento, cambio de conducta, ofrecimiento adecuado de disculpas; para consolidar el perdón, se necesitará un proceso de sucesivas vivencias que permitan restaurar el vínculo. Se necesitará “reparar”.
Lo mismo ocurre en la relación del hombre con Dios y con la Madre del Hijo de Dios, la Santísima Virgen María. Así entonces, cuando el hombre peca, cuando es infiel u omite vivir según las enseñanzas de Jesús, comete un acto que ofende el infinito amor de Dios Padre, ofende al Sagrado Corazón de Jesús y/o al Inmaculado Corazón de María.
Si el ofensor, arrepentido, acude al sacramento de la confesión y cumple la penitencia impuesta por el sacerdote, para alcanzar el cielo es conveniente además la “reparación”. Lo enseña la Iglesia, acogiendo los dichos de la Santísima Virgen María y de Dios mismo en la persona de Nuestro Señor Jesucristo.
¿Cuándo fue que Dios y la Virgen exhortaron a vivir la reparación?
En la segunda y tercera aparición de Nuestra Señora a los tres pastorcitos de Fátima, se exhorta a realizar actos que reparen las ofensas al Inmaculado Corazón de María.
Luego, el 10 de diciembre de 1925, estando sola Lucía en su habitación del convento de las Hermanas Doroteas en Pontevedra, España, se le apareció la Virgen de Fátima y de forma explícita pidió:
“Mira, hija mía, Mi Corazón rodeado de espinas, que los hombres ingratos a todos momentos me clavan, con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, haz algo por consolarme y di que a quienes durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas.”
Finalmente, será Dios mismo quien exhorte a la práctica de la reparación. Ocurrió esto el 15 de febrero de 1926, en el mismo convento. Estando sor Lucía en el patio se le apareció el Niño Jesús quien le preguntó si se estaba propagando la práctica de la Reparación que la “Madre del Cielo” le había comunicado. Nuestro Señor insistió en decirle cuánto le “agrada” esta práctica que ofrece desagravio al Inmaculado Corazón de María.
¿Cómo practicar la devoción?
Los actos de piedad cada primer sábado de mes son: confesarse (de preferencia ese mismo día o unos días antes), comulgar, rezar el Rosario completo y hacerle compañía a María al menos quince minutos, meditando los misterios del Rosario.
¿Qué obtiene quien practique esta devoción?
Amar a la Madre de Dios y a Dios es la razón de esta práctica. Por su parte La Virgen María promete: “Asistirles, en la hora de la muerte, con todas las gracias necesarias para la salvación de esas almas.”
¿Por qué cinco sábados?
Jesús se le apareció a sor Lucía en la noche del 29 al 30 de mayo de 1930 y le explicó que “hay cinco tipos de ofensas y blasfemias pronunciadas contra el Inmaculado Corazón de María”:
La primera es en contra de su Inmaculada Concepción; segundo, contra su virginidad perpetua; tercero contra su maternidad divina, rehusando recibirla como Madre de la humanidad; en cuarto lugar, los que procuran infundir en los corazones de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada; y finalmente, los que la insultan directamente en sus sagradas imágenes.
Conclusión
Los actos de reparación por las ofensas al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María, son un deber ineludible exigido por Dios. De hecho, la reparación vivida a través de la devoción de los 5 primeros sábados logrará que el alma del ofensor pueda acceder al cielo.
Fuente: Portaluz.org