Juan Pablo II, Comprometido con la Oración
Piero Marini -que fue maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias de Juan Pablo II- afirma que empezó a reflexionar sobre la santidad de Juan Pablo II cuando fue su beatificación. Para él fue una santidad de la vida cotidiana y en la oración.
“¡Ha hecho de forma extraordinaria las cosas ordinarias de la vida!” Así lo cuenta monseñor Marini en una entrevista a Radio Vaticana, con ocasión de la presentación del libro “Juan Pablo II – El hombre, el Papa, el santo”.
El primer encuentro de monseñor Marini con Karol Wojtyla, actualmente presidente del Comité Pontificio para los Congresos eucarísticos internacionales, tuvo lugar en Cracovia en 1973. “Allí, por primera vez, vi a este arzobispo de Cracovia, muy amable. Recuerdo sobre todo su cercanía con el pueblo”, también recuerda “esta cercanía con la gente y sobre todo veía en él al pastor un poco como lo había delineado el Concilio Vaticano II” y afirma que Wojtyla era “un pastor que sintió el olor a oveja verdaderamente”.
Sobre la santidad de Juan Pablo II, su maestro de ceremonias cuenta que “la reflexión sobre la santidad, al menos en mi experiencia, vino durante su vida, sobre todo cuando lo veía tan comprometido en la oración, antes de la celebración y sobre todo durante la celebración y después”.
Monseñor Marini narra también sobre lo que más le conmovía de la dimensión orante de Juan Pablo II, “¡creía en lo que hacía! Cuando rezaba, rezaba porque creía en su oración. No tenía miedo de rezar en público, de hacer gestos que quizá otros habrían tenido un poco de dificultad a hacer”. Además, añade que era “un hombre auténtico, que tenía sus momentos de intimidad, de coloquio con Dios”.
El maestro de ceremonias afirma que “esta era la sensación que me daba y que todavía hoy me edifica pensando en estos momentos de oración que comenzaban ya en la sacristía”.
Una oración que era personal, pero también sencilla y cercana a cada uno de nosotros, como la oración a veces del Rosario, a veces durante algún viaje que hacía parar el coche para celebrar la Liturgia de las Horas… ¡Era un hombre que verdaderamente daba a la oración el primer lugar!”
Y ese convencimiento que nacía de la oración, se traducía en actitudes concretas:
Aquí recuerda que Juan Pablo II le dijo algunas veces “yo soy un Papa bueno, cercano, amable en la vida y en las relaciones con los otros, ¡pero me hago distinto cuando se trata de defender los principios!”
Recuerdo lo mismo en Varsovia, en una celebración en la que él defendía la vida en el seno de la madre. Eran momentos en los que salía toda esa convicción que estaba dentro y que era la base de su comportamiento de cada día”.
Fuente: ReL