Orígen de María Auxiliadora
Artículo de Eleana Salas, hija de María Auxiliadora, quien explica precisamente el origen de esta advocación mariana.
Soy salesiana, hija de María Auxiliadora. Hace unos días un amigo me preguntó: “¿De dónde viene ese nombre de la Virgen, eso de llamarla ‘Auxiliadora’?”.Lo primero que se me vino a la mente fue la expresión del padre Viganó: “La Virgen de los tiempos difíciles”.
Hacia atrás el pueblo cristiano, desde los inicios intuye la potente intercesión de la Virgen María; ello está documentado en los textos del nuevo testamento, sobre todo en el pasaje de las bodas de Caná, que precisamente es leído en su fiesta, y en muchos Padres de la Iglesia.
Históricamente la advocación “María Auxilio de los Cristianos” arranca en el siglo XVI. Sabemos que hacia el año 1558 ya estaba en las “Letanías Lauretanas” del Santuario Mariano de Loreto. Ante los turcos que amenazaban invadir Europa, se invitó a una ‘cruzada’ de rezo del rosario. A pesar de estar en desventaja, los aliados cristianos lograron vencer al invasor el 7 de Octubre del 1571. El papa san Pío V consagra ese día a Santa María de la Victoria y del Rosario, y la invocación “María Auxiliadora de los Cristianos” se difunde.
Junto a las convulsiones religiosas y sociales provocadas por la reforma protestante, los turcos atacan nuevamente. Y una vez más, se logra la victoria luego de intensa invocación a “María Ayuda” (1683). Quizás no es conocido por todos que Napoleón ultrajó a los papas: Pío VI murió en el destierro y Pío VII fue víctima personal del orgullo napoleónico. Este Papa pidió que se invocara intensamente a María y así, luego de las primeras derrotas de Napoleón, después de 5 años de prisión en Francia, pudo regresar a Roma. Era el 24 de mayo de 1814. El papa instituyó la fiesta de María Auxiliadora para esa fecha. Notamos que esta advocación mariana tiene una clara visión eclesial: la comunidad cristiana sabe que, en sus necesidades y apuros, acude a la Madre del Señor y tiene en ella una poderosa aliada para verse libre.
María Auxiliadora, la ‘Virgen de Don Bosco’
Don Bosco, el maravilloso educador de la juventud pobre y sin recursos, en una Europa que inicia su proceso de industrialización, desde la infancia estuvo marcado por la presencia de María. Algo así como Karol Wojtyla: no se explica su vida y misión sin la presencia proactiva de María.
En el sueño de los 9 años, que es como el ADN de su vocación, vio a una señora, Pastora, a quien el personaje (Jesús) le confió: “Yo te daré la Maestra”.
En los primeros años de su sacerdocio presentó a sus jóvenes la figura de María Inmaculada: los jóvenes necesitaban el icono de una vida íntegra y limpia. Pero luego, en 1862, probablemente después de otros sueños, le confía a un joven salesiano: “La Virgen quiere que la honremos con el título de ‘Auxiliadora’: los tiempos que corren son tan difíciles, que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana”. Eran los tiempos en que Italia se unificaba y le pedía a los papas que le entregaran la ciudad de Roma como capital: nos resulta difícil imaginar lo difícil y doloroso que fue. Además, muchos obispos eran enviados a destierro, conventos que se cerraban y cuyas propiedades pasaban al estado italiano… Don Bosco no percibe ejércitos a la vista, sino nuevos enemigos: los que atentan contra la fe cristiana. En adelante él se dedicará a sostener la fe del pueblo sencillo y será el cantor y difusor de la devoción a María, Auxiliadora de la fe cristiana, en modo tal que se la llamará “La Virgen de Don Bosco”.
No es difícil captar la relación con nuestro tiempo. María, la jovencita de Nazaret, vivió “tiempos difíciles”, asumiendo grandes desafíos desde una fe inquebrantable, que la ubicó en el corazón de los planes salvadores de Dios.
Necesitamos que la Madre nos abra los ojos ante la necesidad de Dios de pueblos enteros que van negando sus raíces cristianas, y como en nuevo Caná preparemos las vasijas para que el Hijo adelante la hora del vino nuevo; que Ella nos encamine por el sendero del discipulado, en total disponibilidad a la Voluntad salvadora del Padre; que de Ella aprendamos a encarnar al Hijo para que nazca en nuestro tiempo; que con ella vayamos a toda prisa a proclamar su presencia y sus obras maravillosas; que nos abra a la novedad del Espíritu, que quiere seguir salvando a la humanidad de nuestro tiempo; que sobre todo aprendamos la fidelidad y la espera de los tiempos largos, hasta ser capaces de llegar con ella a la cruz, a la certeza de la Pascua y a la efusión del Espíritu desbordado.Por lo pronto, “María Auxiliadora” ya no será una ‘devoción’, sino un modelo: “Estrella de la Nueva Evangelización”, invitándonos y acompañándonos a recorrer ágilmente los nuevos caminos que requieran el anuncio de Cristo a nuestra generación.
Fuente: Zenit