Rezar el Rosario Transforma un Monasterio

Un señor tenía muchos hijos. Había colocado a una de sus hijas en un monasterio totalmente relajado: las religiosas sólo respiraban vanidad y frivolidad. El confesor, hombre fervoroso y devoto del santo rosario, deseando dirigir a esta joven religiosa por los senderos de la santidad, le ordenó rezar el rosario todos los días en honor de la Santísima Virgen, meditando la vida, pasión y gloria de Jesucristo. Le agradó mucho a ella esta devoción, y poco a poco fue detestando la relajación de sus hermanas. Empezó a gustar del silencio y la oración, no obstante el desprecio y burlas de las otras religiosas, que interpretaban su fervor como santurronería.
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En aquellos días, un santo abad llegó de visita al monasterio, y mientras oraba tuvo una extraña visión. Le parecía ver a una religiosa que oraba en su celda ante una Señora de extraordinaria belleza y a quien acompañaban numerosos ángeles. Éstos, con flechas encendidas, alejaban la multitud de demonios que intentaban entrar en la celda. Los espíritus malignos corrían, en forma de animales inmundos, a refugiarse en las celdas de las otras religiosas, excitándolas al pecado, en el cual caían muchas de ellas.

Comprendió el abad, por esta visión, el mal espíritu de aquel monasterio y creyó morir de tristeza. Llamó a la joven religiosa y la exhortó a perseverar. Reflexionando luego sobre la excelencia del rosario, decidió reformar el monasterio con esta devoción. Adquirió para ello hermosos rosarios; los distribuyó entre las religiosas, aconsejándoles que recitaran el rosario todos los días y prometiéndoles que, si aceptaban su consejo, no las obligaría a aceptar la reforma. Recibieron complacidas los rosarios y prometieron recitarlo con aquella condición. Y ¡cosa admirable! Poco a poco dejaron las vanidades, se dedicaron al silencio y al recogimiento, y en menos de un año pidieron ellas mismas la reforma. El rosario había obrado en sus corazones más de cuanto hubiera podido hacerlo el abad con sus exhortaciones y autoridad.

Fuente: EL SECRETO ADMIRABLE DEL SANTÍSIMO ROSARIO, San Luis María Grignion de Montfort