El Asesino en serie y el Rosario
El comprender que la Virgen nos necesita comienza por el hecho de que tomemos conciencia de que también nosotros la necesitamos a Ella y que nunca nos faltará su ayuda si le rezamos con sincero corazón. ¡Les comparto este hermoso testimonio de un obispo de los EE. UU:
El 14 de mayo último, Monseñor William Kerr, muy conocido en los Estados Unidos por su defensa de los derechos humanos, volvía a la casa del Padre. El célebre asesino en serie Ted Bundy lo había escogido como consejero espiritual antes de que muriera en la silla eléctrica. Mons. Kerr solía contar que, como primer trabajo pastoral en un hospital, tuvo que asistir a un joven quemado que agonizaba a causa de sus heridas. Más tarde, en 1978, una tarea aún más espantosa lo esperaba en un pensionado de estudiantes de Talahassee, Florida.
Mons. Kerr había recibido en plena noche una llamada de la policía: debía ir de urgencia a aquel pensionado. Cuando llegó, se encontró que todas las jóvenes –excepto una– yacían en el suelo, muertas o agonizantes, por obra del famoso asesino Ted Bundy. Luego de administrar los últimos sacramentos a las jóvenes agonizantes, Mons. Kerr (en ese entonces el P. Kerr) tuvo una charla con la joven que había resultado ilesa. En efecto, Ted se había detenido en el umbral de la habitación de la joven, había dejado caer su arma y se había retirado sin tocarla. El oficial de policía a cargo del caso quería saber cómo había sobrevivido a aquella brutal masacre, pero la joven, que se encontraba en estado de shock, se negaba a hablar con nadie que no fuera un sacerdote.
Le contó al P. Kerr que antes de partir de su casa para ir a la universidad, su madre le había hecho prometer que rezaría el rosario todas las noches antes de acostarse para estar protegida, aunque se durmiera durante la oración. Ahora bien, esto es precisamente lo que acababa de hacer aquella noche en que Ted entró en su habitación para asesinarla. Ella todavía tenía el rosario firmemente asido a su mano.
Más tarde, Ted confesó a Mons. Kerr que cuando llegó al umbral de aquella habitación, le fue imposible seguir avanzando. Tuvo que dejar caer el arma y huir. ¡Qué grande es el poder del manto protector de nuestra Madre! ¡Grande también la sabiduría de aquella madre que supo darle a su hija el arma eficaz del rosario que salvaría su vida! (Adaptado del relato de Domenico Bettinelli y Fr. Gabriel Gillen, OP).
Fuente: http://fcpeace.com/spanish/emmanuel/2009_07.htm.
http://www.bettnet.com/blog/index.php/weblog/how_i_knew_the_priest_who_ministered_to_ted_bundy_his_victims/